Hablo mejor con mis manos: capítulo I
Kumir Colovsky, aquel hombre
era feliz elaborando máscaras y disfraces, las creaba por encargo para ocasiones
especiales. Nunca hizo dos
máscaras iguales, cada una de las máscaras tenía su propia personalidad. Los habitantes del pueblo de las ilusiones, se
quedaban maravillados por las memorables obras de arte hechas por Kumir. Su ingenio, amor y técnica
en el manejo de los materiales que combinaba para elaborar sus máscaras eran
dignos de admiración. Los requisitos para utilizar las máscaras de Kumir, consistían en que el portador, por lo menos durante el tiempo de las fiestas, debía
ser una buena persona en tres cosas importantes: decir siempre la verdad, ser fiel y no robar. Si alguna persona no cumplía con estas promesas entonces
echaba a perder la máscara, es decir, la belleza del disfraz perdía su encanto y
revelaba la verdadera identidad del que la llevaba puesta.
La gente del pueblo estimaba
mucho a Kumir, a pesar de que él no
era muy comunicativo. Él, cuando se sentía
acosado por demasiadas preguntas, respondía con una frase célebre: “se hablar mejor con mis manos”, así concluía
toda conversación o intento de ir más allá de lo que él permitía.
En el pueblo todos sabían que Kumir vivía en el bosque seco, en una
casa hecha toda de madera, de dos pisos, con grandes ventanas, un corral para
sus animales, un almacén de colecciones y un lugar especial para su taller de
artesanía, que está justo al lado de un antiguo pozo de agua.
El artesano Kumir era un hombre encantador, tenía por amigos entrañables a Carquín un mono aullador y a Qusñis, un lobo gris. Aquellos, eran dos animales muy nobles que huyeron de distintos circos itinerantes que pasaron por el pueblo, y por esas cosas del
destino, al huir, los animales se encontraron con Kumir
y desde ese momento habitaban junto con él en su
casa.
El artesano Kumir llevaba sobre su espalda el peso de sus felices años, paseaba por el bosque seco, buscaba arcilla, algodón silvestre, hojas de colores, guijarros, plumas y un
sin fin de objetos que le dejaban sus amigos del bosque, con estos materiales él
confeccionaba sus máscaras y trajes de fiesta.
A Kumir, le encantaba ver como la gente utilizaba sus máscaras en la fiesta del pueblo; los cuatro barrios principales, del pueblo
de las ilusiones, preparaban a sus bandas de músicos para que acompasaran el
desfile alegórico que ellos realizaban. Además, los participantes iban con sus
bolsas de regalos para los niños. A estos barrios, se agregaba un quinto grupo, formado por los habitantes que vivían en las afueras del pueblo, era así como
se organizaba la fiesta de primavera.
En una oportunidad, Kumir
conversó con sus amigos, acerca de salir
al bosque para recoger los materiales que utilizaba en la elaboración de las máscaras…
-Las tengo que tener listas para la primavera,
necesito buena arcilla, goma vegetal, hojas secas, semillas, tintes vegetales,
leña para prender el horno, ramas muy curiosas, soguillas, guijarros brillantes,
algodón silvestre y los caparazones de caracoles. Es bastante lo que tenemos
que buscar, seleccionar y cargar en nuestra cesta, vamos a ir con los dos burros
ellos son de gran ayuda.
-Si, Kumir, son varias cosas por recolectar, además recuerda que prometiste que nos
enseñarías algunos trucos en el taller – dijo Carquín -, eso me motiva más, por favor explícame ¿cómo será eso?,
cuéntame amigo mientras caminamos en lo profundo del bosque.
-Está bien, al regresar les dejaré entrar a mi
taller – dijo Kumir - les enseñaré a
amasar la arcilla y a hervir las hierbas para obtener los tintes, solo eso, lo
demás es muy complicado a lo mucho podrán observar como trabajo.
-Qusñis
y yo, hemos visto un lugar donde hay
unos guijarros de colores muy hermosos, además debajo de un árbol añejo han
crecido unos hongos muy lindos que son muy buenos para teñir las telas.
-¿Y ustedes cómo saben eso, si nunca han
teñido una tela?
-Ha, es que Qusñis me lo comentó, porque el día de ayer, él, entró al bosque a dar una vuelta antes de dormir y resulta
que se fue con tu capa gris…
-¿Es verdad eso Qusñis? , ¿Te llevaste mi capa gris?
El lobo Qusñis contestó:
-Si Kumir, es verdad, me cubrí con tu capa gris porque el viento estaba muy fuerte y el frío adormecía mis huesos. Además, me recosté a descansar debajo de un árbol y no
me di cuenta de los hongos que había aplastado. Solo cuando sentí una sensación
de humedad me levanté a observar, pero ya era demasiado tarde, la capa gris estaba
teñida de rojo carmesí. Pasé mi lengua húmeda para probar si salía el color
pero nada, más bien brillaba más. Me desesperé y fui al pozo, subí el balde con
un poco de agua, metí la capa justo en el lado que estaba manchado de rojo, moví
la tela con fuerza pero el color seguía ahí firme.
-Sabes una cosa, yo pensaba que en el taller me
había manchado la capa, todo el día estuve pensando ¿cuál de las hierbas me
podrá dar ese color rojo brillante? ¡Y resulta que tu llevaste mi capa! ¡Qusñis, espero que esto no vuelva a
suceder!
De pronto el primate Carquín habló:
-Mira Kumir, por aquí es el lugar, ¡que preciosos hongos!, ¡que hierbas tan bonitas y
aromáticas!
-Así es Carquín
- dijo Kumir - , por favor recojan con mucho cuidado las hojas
sin dañar los tallos. Los hongos, los tendremos que sacar de raíz pero no
arranquen todo porque no es necesario ya me di cuenta que con algunos basta, su
color es muy fuerte.
Los tres amigos poco a poco fueron
recolectando todo lo que necesitaban. Kumir, juntó la arcilla en cuatro cestas y con mucho esfuerzo tuvo que subir la
carga al lomo de sus fieles burros. Luego, cogió dos costales de su morral para
depositar en uno de ellos las hierbas y en el otro las ramitas de goma natural.
El mono Carquín y el lobo Qusñis también llevaban una carga preciosa
pero no en cantidad suficiente. Hubo que regresar una vez más para acarrear
todo lo que se necesitaba.
Llegada la noche, el artesano Kumir les mandó a dormir a sus amigos. Él, se quedó hasta terminar de acomodar
todas las cosas en su taller, lo más pesado fue la leña y la arcilla. Pero a Kumir le dio tanto gusto que pudo
resistir el cansancio de los músculos, su alma no se cansó y mucho menos su
pasión por crear cosas hermosas.
Qusñis y Carquín
durmieron plácidamente, sabían que al amanecer Kumir los dejaría entrar a su taller para enseñarles a amasar la
arcilla, hacer un molde y otros secretos más.
Al día siguiente, el lobo y el mono se levantaron para ir en
busca de Kumir, pero no imaginaron
que el artista ya estaba sentado desayunando en su mesa. En ese instante un
viento suave cogió el vapor de la infusión de te y dibujó formas impensables,
coloridas, de cosas nunca vistas que duraban pocos segundos porque al momento
desaparecían. Kumir, se deleitó
viendo aquello que era hecho sin ayuda humana, y se dio cuenta que el arte y la
belleza actuaron independientemente de la inteligencia creativa del hombre,
acaso impulsadas por otras fuerzas que existían desde mucho antes en el aire y en
el ambiente, actuaron allí para que el “artesano”
las asuma.
Qusñis percibió el olor - y dijo –
-Carquín,
el artesano Kumir nos está esperando,
por favor no golpees la puerta, yo voy a tocar suavemente con mi pata.
-Está bien Qusñis, adelante, ¡pero hazlo ya!
-La puerta está abierta -dijo Kumir -, ya sé que están allí amigos,
pasen antes que se enfríe su desayuno, ¿quieren entrar a mi taller?
-Sí Kumir,
aquí estamos, sólo fueron unos minutos de retraso ten paciencia amigo ya
estamos listos.
-Si amigos aprisa, porque necesito la luz del
día para trabajar, cada actividad tiene su momento y sus condiciones, hay que
terminar el desayuno pronto. Voy avanzando al taller – dijo Kumir -, si no
llegan en diez minutos cerraré la puerta. Y por favor no se olviden de entrar
sin hacer ruido, sino tendrán que dar la vuelta e irse.
El Lobo
y el Mono sabían que Kumir hablaba en serio, así que en un
par de bocados terminaron el desayuno y los dos salieron como un rayo hasta el
taller. Por suerte la puerta estaba abierta, así que entraron con mucha
cautela, pisando despacio y respirando con pausa hasta que llegaron a los pies
de Kumir para esperar sus
indicaciones. El artesano estaba
sentado en su sofá, los miró de reojo y se incorporó con soltura, en su rostro
se dibujó una tímida sonrisa y les dijo:
-Esperen un momento voy a cerrar la puerta y
abriré las ventanas de par en par. Ya está, ahora les voy a explicar cómo hago
mi trabajo, espero que no se aburran: siempre comienzo con los bocetos en mi
bastidor, luego hago unos moldes en miniatura con la arcilla para ir probando
las formas y los colores de las máscaras, esto lo hago varias veces, hasta que
queden perfectos, …
De pronto el lobo Qusñis interrumpió:
-¡Kumir
el Mono se está durmiendo!, que
desvergonzado y pensar que te insistió tanto para que lo dejes entrar al
taller.
El Mono
replicó:
-No estoy durmiendo Qusñis, yo acostumbro a escuchar la teoría con los ojos cerrados y
por favor no comiences con tus intrigas porque después no vas a querer escuchar
lo que tengo que decir.
-Silencio los dos -dijo el artesano-, lo que les acabo de decir es
la concepción de la idea, una maqueta, que una vez aprobada recién pasa a ser
construida en tamaño real.
-¡Kumir
ahora se durmió el lobo! - dijo el mono -, a él no le interesa el arte
porque no tiene nada de humano en cambio yo sí, indirectamente claro. Porque
según la teoría evolucionista el hombre desciende del mono,…
Kumir interrumpió:
-¡Ya mono
guarda silencio! , ustedes me alteran, siempre trabajo sólo en mi taller me es
muy difícil explicar con palabras lo que siento y pienso al hacer mis obras de
arte, mejor sólo observen cómo trabajo con la arcilla y los demás materiales “se
hablar mejor con mis manos”.
-Si Kumir
discúlpanos, no tienes nada que explicar solo queremos verte trabajar, así es más divertido – dijeron los dos animales -.
El artesano
se sintió comprendido por aquellos animales, al fin y al cabo en la soledad del
bosque ellos son su familia más cercana, entonces abrir el taller para Carquín y Qusñis significaba lo mismo que abrir su pecho y mostrarles el
corazón sin ningún velo o máscara que lo cubra, tan humano y tan salvaje pero
por eso verdadero. Kumir cogió un
lápiz grueso y un enorme papel que lo colocó en un bastidor, sus manos y su
cuerpo comenzaron a hacer trazos en un solo movimiento coordinado casi musical,
como si el silencio tuviera sonido, como si el cuerpo fuera un instrumento que
saca del alma sonidos y formas inefables. Movimientos, palpitaciones rápidas, lentas, por
momentos inertes, pero que luego volvían a la vida con un suave toque de sus
dedos. Huesos y carne se unían con el grueso lápiz como si fueran una sola cosa
la mano y el instrumento. Uno a uno iban apareciendo las imágenes aparentemente
de la nada, la mente dibujaba y tejía anhelos que estaban guardados en un lugar
cercano esperando que el artesano
las revelara para que así pasen a ser parte de la realidad visible. Y así fue, Kumir estaba dibujando rostros de
inocencia, pureza y felicidad, además agregaba con destreza los trajes que
acompañaban a las máscaras. En un momento la hoja grande colocada en el
bastidor se quedó sin espacio para poder contener el volcán creativo que Kumir estaba revelando.
El artesano, hizo una
pausa y se dirigió suavemente hacia la ventana principal del taller, se detuvo
justo en el marco y posó sus manos sobre la madera. Levantó la mirada hacia el
horizonte, y dejó que el viento recorriera su humanidad tan igual como lo hizo
desde tiempos inmemorables con la propia Tierra. La brisa refrescó sus poros,
sus ideas y oxigenó sus ansías de seguir creando. Kumir, trajo
a su mente la imagen de aquella brisa que a la hora del desayuno moldeó el
vapor de la infusión de té. Aquella brisa creó hermosas figuras, Kumir pensó en ello para seguir creando. El artesano de
ilusiones cogió otro enorme papel y lo puso en su bastidor. Otra vez
el lápiz movido por la mano de Kumir volvió a danzar
en el papel blanco, hasta que el artista logró terminar lo que había empezado.
La tarde fue llegando y las horas pasaron a escondidas, casi en silencio, Carquín y Qusñis estaban
a un lado viendo el espectáculo y dijeron: verdaderamente Kumir “supo
hablar mejor con las manos”.
El ladrón: capítulo II
El ladrón: capítulo II
A la llegada de la estación de el invierno Kumir se dirigió al pueblo a comprar provisiones. Iba en su carreta, jalada por dos burros extrañamente veloces. El artesano llevaba las riendas con majestuosidad, a su paso levantaba el polvo, de ese camino tantas veces recorrido que parecía conversar con él, para contarle todo lo que había sentido al paso de los caminantes del pueblo.
Colgado en el hombro de Kumir iba agazapado su fiel mono Carquín oteando el horizonte, moviendo la cabeza de un flanco a otro flanco. Por momentos el primate subía y se balanceaba encima de la cabeza de su amo, que por suerte resistía la acrobacia del mono porque llevaba sobre su cabeza un gran sombrero de color ocre, que a propósito mantenía fresco su rostro. A un lado, en la tolva de la carreta estaba el lobo Qusñis, cubierto a medio cuerpo por la larga capa que llevaba puesta el artesano Kumir, aquella, no era su capa más bonita pero le servía para cubrir su traje hecho de fino algodón, de un color casi morado.
El camino se iba terminando, muy cerca estaba la pequeña loma que marcaba el límite entre el bosque seco y el valle. Entonces, el mono Carquín saltó de alegría, porque sabía que en el pueblo probaría las frutas frescas que se vendían en el mercado. El lobo Qusñis se puso de pie totalmente erizado y no era porque estuviera molesto sino porque el instinto lo impulsaba a estar en guardia. Esto aconteció porque injustamente en el pueblo lo acusaron de llevarse a las gallinas y a las ovejas. La situación del lobo era difícil, ya que en cualquier momento podía ser cazado por las autoridades del pueblo. Sin embargo estuvo ahí, en la carreta, por lealtad a su amigo Kumir. Fue al pueblo porque el artesano se lo pidió y eso bastaba, además Qusñis sabía que era inocente.
Hasta que por fin Kumir y sus fieles amigos llegaron a la plaza del “pueblo de las ilusiones”. La gente estaba muy alegre y se acercaron presurosos para comprar las mejores máscaras hechas especialmente para la fiesta:
-¡Hola Kumir muéstranos lo que has hecho!, estamos esperando desde muy temprano, ¿cuánto cuestan las maravillas que nos traes para celebrar la fiesta?
-Bien en un momento les diré, dejen que acomode mi carreta y luego les mostraré las máscaras y los disfraces que he pensado para ustedes.
Luego, Kumir les dijo el precio, todos se ordenaron en columnas, comenzando por los habitantes de las calles principales. Detrás de ellos se ubicaron los vecinos que venían de las afueras. Los últimos esperaban el momento de la gracia del artesano. Se trataba de una tradición que consistía en elegir a doce personas, para obsequiar a cada uno una máscara muy linda, pero el disfraz tenía que ser hecho por ellos.
-Bien artesano, ¿a ver qué tienes para mí? - dijo el alcalde del pueblo: Clodomiro Ramírez. -
-Para usted señor, tengo la máscara y el traje del dragón, porque en este invierno le toca organizar la fiesta.
-Oh, gracias Kumir, con este disfraz podré volar y resoplar mucho fuego, será muy divertido ver el pueblo desde arriba, les prometo que los fuegos artificiales serán los mejores de esta región.
-Muy bien alcalde, es un traje mágico, pero recuerde que solo funcionará para la fiesta, se lo pondrá dentro de tres semanas.
-No te preocupes Kumir lo guardaré en un lugar especial.
-¿Y para mí qué preparaste? - dijo el prestamista Rosendo Tapia -
-A ti te daré el traje del pez volador con sus escamas doradas y sus fuertes aletas, podrás volar de lago en lago y de océano en océano.
-¡Oh es fantástico!, lo compro, dime el precio que quieras.
-No, esta vez no me darás monedas, le ayudarás al alcalde con los gastos de la fiesta. Y no subirás los intereses de los préstamos para aliviar a los deudores.
-Está bien Kumir, trato hecho – dijo el prestamista - con un gesto de desagrado.
Una sonora celebración selló la promesa del prestamista. De pronto la reunión fue interrumpida por el sonido de unas botas que a la carrera resonaban por el empedrado de la plaza principal del pueblo.
-Por favor abran paso, abran paso que soy “el comisario” a un lado por favor.
-Buenos días capitán Eugenio Villar, ya me parecía extraño que estuviera ausente.
-Hice todo lo posible para llegar aprisa, pero tuve que desviarme para capturar a un abigeo que estaba robando doce corderos de la granja “el Prado”. El hombre ya está preso, pero falta capturar a su cómplice. Lo bueno es que ya sabemos que ellos son los culpables de los anteriores robos.
-¡Lo sabía! ¡Estaba seguro! ¡El lobo es inocente! – Dijo Kumir - ven amigo, por fin quedo claro que tú eres un lobo bueno tienes toda mi confianza.
Qusñis se levantó y caminó hasta donde estaba parado su amo. Aulló infinitamente, se desahogó, después de haber recibido miradas de desconfianza y desprecio sin ningún motivo verdadero. Kumir se emocionó y en señal de cariño y recompensa le pasó sus callosas manos por el suave lomo gris de su “lobo amigo”. El animal levantó el hocico y miró con complacencia, mientras movía su cola. Estaba más feliz que nunca, saltaba y daba vueltas persiguiendo su cola como si recién se hubiera dado cuenta que la tenía. El comisario, Eugenio Villar, avergonzado se disculpó, sin embargo los vecinos notables del pueblo seguían dudando del lobo Qusñis, había que esperar un poco más para resolver el caso.
Al escuchar el ruido y el murmullo de la gente, el mono Carquín vino saltando por los toldos de la plaza para ver qué es lo que sucedía con sus amigos. Al llegar vio que todo estaba bien y aprisa se acercó al lobo para compartir su felicidad porque se lo merecía.
Kumir les dijo:
Amigos, suban a la tolva de la carreta y esperen allí. Terminaré de distribuir todas las máscaras y trajes, luego tenemos que hacer las compras para regresar a casa temprano.
Los dos animales obedecieron con pereza, poco a poco iban trepando a la carreta, se acurrucaron en la tolva y se quedaron mirando lo que hacía su amo.
-Bien, ahora continuemos, a usted comisario le he hecho un disfraz de león ¿qué le parece? , ¿Le gusta?
-Sí, es lo que yo había soñado, gracias Kumir, cuente conmigo para lo que necesite, este año se hará la mejor fiesta y yo me encargaré que todo sea seguro y que no suceda ningún problema.
-Estoy seguro que así será, usted es un hombre derecho. Por si acaso, el disfraz del león es mágico, con esto puede saltar hacia arriba veinte metros y desplazarse a gran velocidad, tal vez puede ganar la competencia de los “manzanos encantados”.
-Claro que sí Kumir, el león es el rey de los animales, voy a saltar y correr lo más lejos que pueda, la gente del pueblo se divertirá mucho.
Uno a uno fueron desfilando para comprar la máscara y el disfraz que el artesano les había preparado, los habitantes del pueblo quedaron contentos porque había para todos los gustos.
Eso es todo lo que hay – dijo Kumir -, y ahora por favor ¿quién me puede alcanzar un poco de agua fresca? Tengo mucha sed.
Los vecinos le alcanzaron agua fresca al instante…
Gracias – dijo Kumir – necesito un poco más para el lobo Qusñis y el mono Carquín ellos también tienen sed. Y ahora todos ustedes vayan a probar las máscaras y los trajes, nos veremos luego.
Kumir se acercó a Qusñis y Carquín:
-Uf, Disculpen amigos, me demoré un poco más de
lo pensado pero había que hacer esto porque no hay nada mejor que el trabajo y
mejor si nos pagan, con estas monedas haremos las compras para vivir
tranquilos por lo menos dos meses.
El lobo Qusñis
y el mono Carquín miraron alrededor, vieron que no había nadie cerca a ellos y aprovecharon para hablar a mandíbula
suelta.
-Descuida Kumir,
sabemos que es necesario vender los disfraces.
-Sí Carquín, pero al principio tú
desapareciste ¿a dónde fuiste?
-Fui a comer muchos
plátanos y sandías, ¡estuvo delicioso! Las damas del mercado se divirtieron mucho
conmigo, ellas recordaron que hace tres años viví en el pueblo, en el circo de los hermanos Cavallini.
Aquella vez, cuando me escapé tuve que esconderme en el bosque
seco, recuerdas amigo “Kumir” que me salvaste la vida cuando
estaba huyendo, muy débil y a merced de una serpiente que me iba a liquidar.
-Lo recuerdo, Carquín, pasó hace tres años, ahora vives en el bosque con nosotros,
eres libre pero avísanos si te vas de paseo.
-Kumir no era mi intención irme sin avisar, las
cosas pasaron muy aprisa.
-Pero ya nos tienes aburridos con eso Carquín siempre nos cuentas lo mismo –
dijo Qusñis - .
-Está bien lobo pero no es para que reniegues solo traté de explicar mi
ausencia momentánea y si no quieres escuchar tapa tus orejas.
-¿Sólo traté de explicar mi ausencia?… bla,
bla, bla… debías haber estado aquí cuando el comisario Eugenio Villar me pidió disculpas y puso la cara de tomate aplastado,
¡el desgraciado casi me manda a sacrificar!, porque pensaba que me gustaba
comer corderos, buagg si supiera que no me gusta oler el cordero, mucho menos
pienso que me guste su carne.
-Bueno animales ya dejen de discutir – dijo Kumir -, estamos a un paso del mercado
y tenemos que recoger aprisa las provisiones de alimentos.
El artesano
recogió en su cesta todos los alimentos que los comerciantes del mercado le habían separado. Fue un alivio para Kumir
que el mono Carquín y el lobo Qusñis ayudaron en algo arrastrando
algunas bolsas con legumbres y frutas secas.
-Vamos amigos ya tenemos la carreta
llena con todo lo que necesitamos, pronto va a
atardecer ¡Jalen, jalen! ¡Eso es Ramón,
vamos Antonino! mis queridos burritos si
no fuera por ustedes ¿qué sería de nosotros? ,nunca llegaríamos a casa con toda
esta carga.
-Sí, sí, vamos – dijo el lobo -, la verdad que ya no soporto a este pueblo de hipócritas.
-¿Por qué dices eso lobo feroz? ….
-¡A ti que te importa mono! , yo sé por qué lo
digo…
-¡Hey! ¡Qué pasó lobo! ¿Acaso quieres ocultar algo?
-¡Claro que no Kumir! , lo que pasa es que mi olfato no me engañó. Hoy por la
mañana cuando estábamos en la plaza pude olfatear entre la gente un olor a cordero
muy fuerte, ahí estaba el otro ladrón, aquél que falta capturar, estoy seguro
que más de uno lo sabe pero no quieren decirlo porque debe ser una persona
conocida.
-Y por qué estás tan seguro lobo Qusñis, es muy posible que el olor en las ropas del infeliz
apresado haya llegado hasta tu nariz, el reclusorio del pueblo está a solo dos
cuadras de la plaza.
-Escucha mono Carquín, tu solo sabes de plátanos y de hacer reír a la gente haciéndote
el bobo, si yo te digo que estaba entre la gente el culpable de robar ovejas es
porque se diferenciar un olor que está muy cerca, de otro que está más lejos.
-Sí, sí, sí lobo Qusñis ¿le pregunto a la Caperucita Roja?, ¡tu familia tiene muy
malos antecedentes! Ah y además te olvidaste mencionar que sé hacer malabares,
brincar y saltar con las cuerdas ¡He, ¿qué me crees tonto?! , ¡Lobo hambriento confiesa de una vez!
-Mira mono
bocón ya me estás cansando, estoy diciendo la verdad pero si sigues insistiendo con tu infamia, te daré la razón, te arrancaré tu horrible cola y luego la arrojaré al
chiquero para que se la coman los puercos.
-Kumir ¿Escuchaste lo que dijo el lobo? …es casi
una confesión, Qusñis es un lobo impulsivo muy violento ¡cobarde
sin sentimientos que no tiene corazón!
-¡Basta ya! – Dijo Kumir -, nunca había escuchado tanta necedad, no parece que fueran
amigos.
El mono
y el zorro dijeron:
Por favor no somos necios Kumir.
-¿Cómo que no?, tú Carquín eres muy rápido de lengua pero muy tardo para pensar. Y tú
lobo Qusñis ¿no puedes controlar tu
agresividad?, sé que es tu naturaleza pero hablas sospechosamente. Debes actuar con cautela hasta que sea atrapado el
cómplice de aquel abigeo que está en el reclusorio.
-Ah, ahora resulta que el mono te ha hecho dudar de mi inocencia ¿verdad? ¡El primate se
salió con la suya! ¿Eso es lo que querías mono?,
¿que no confíen en mí? …
-A ver, vamos a aclarar las cosas lobo feroz – dijo Kumir -, si sigues hablando en ese tono te congelaré y luego te
pondré en un molde del cual no podrás salir jamás y serás pieza de museo
para siempre.
-¡No! , por favor Kumir no estás hablando en serio, me obligarás a huir si
piensas hacer eso, ¿a dónde voy a ir? En
el pueblo no me quieren y de mi familia no sé nada hace muchos años, además ya
no tengo las habilidades de antes cuando vivía en el bosque frío ¿a
dónde iré a vivir?
-Si Kumir – dijo el mono -, no te molestes con el hermano lobo ¿qué dirá de nosotros San Francisco de Asís?
El lobo respondió:
-¡Te lo buscaste Carquín! de esta noche no pasas, no te burlarás más de mí.
-¡Basta, basta y cállense animales necios! ¡Rayos,
lo que me hacen decir!, a ver vamos a
tranquilizarnos, es mejor estar en paz. Hoy día ha quedado
claro que ustedes tienen cuentas que perdonar, y quiero que lo hagan pronto
porque si no se tendrán que ir los dos. Y tú Qusñis tanto que hablas de la gente del pueblo diciendo que son hipócritas, y sin embargo tú tampoco has sido sincero con el mono Carquín. Además dime
mono: ¿Por qué tienes tanto encono con el
lobo Qusñis?, ¿cómo llegaron a
ese punto?
-Siempre me he sentido minusvalorado por el soberbio lobo Qusñis, solo él cree que es inteligente y astuto, y a mí siempre me tilda de mono fracasado. El lobo Qusñis cree que los hermanos del circo Cavallini me botaron porque yo no
hacía reír a nadie y era una carga para el circo. Y la verdad es que me escapé
porque me maltrataban mucho y apenas me daban de comer lo que a ellos les
sobraba. Yo le conté esto al lobo pero él siempre puso en duda mi
palabra.
-Y entonces – dijo Kumir - tú ahora le devuelves la misma moneda, la ley del “ojo por ojo y diente por diente”.
-Yo puedo perdonarlo - dijo el lobo Qusñis - pero después de que el mono deje de burlarse de mí. Él también
ha sido duro conmigo, si deja de burlarse de mí entonces yo le pediré perdón.
-Dijo Kumir:
mono Carquín ¿tú estás dispuesto a
cesar las ofensas y burlas?
-Si Kumir,
estoy dispuesto a reconstruir mi amistad con el lobo Qusñis, en el fondo lo quiero mucho, es mi amigo y hemos pasado juntos
cosas muy fuertes y valiosas.
-Yo también te quiero mucho amigo mono, todavía recuerdo como te
desvelaste por cuidarme cuando Kumir me
encontró herido y me acogió en su casa.
-Yo también los quiero nobles amigos – dijo Kumir -, perdonen lo que dije, no eran
las palabras adecuadas, aunque es verdad lo que sentía.
Ya, ya, Kumir,
no sigas porque ya sabemos lo que nos vas a decir…
Kumir agregó:
perdonen, perdonen ¡caramba ¿qué dirán los burros de todo el escándalo que
hemos hecho?! Espero que sean tolerantes.
Bah, no importa tanto eso, lo que nos molesta
es la carga, esta vez sí que han traído muchas provisiones – dijeron con razón
los burros Antonio y Ramón -.
Sí, esta vez ha sido demasiado queridos
burros, porque las ruedas se hunden en el polvo y el camino se hace más pesado,
pero descuiden que ya pensé en la solución.
¿Cuál es la solución Kumir?... ¿quién nos podrá ayudar?
Ahora les digo: tengo un par de riendas más,
justo a la medida del lobo Qusñis y
el mono Carquín ellos les ayudarán
queridos burros.
No, ¿por qué Kumir? – Dijo el mono -, estoy muy flaco, ojeroso,
cansado y sin ilusiones, no tengo fuerzas para jalar la carreta, que jale el
lobo Qusñis que es más fuerte que
yo.
Kumir le dijo: tranquilo mono Carquín sólo ayudarás en las subidas y en las partes más difíciles,
después podrás descansar.
El lobo Qusñis
se acercó y dijo:
Cuenta conmigo Kumir estoy listo para que me pongas las riendas. Quiero decir que
hace un tiempo atrás pude jalar un trineo yo sólo, creo que también podré ahora
con la carreta, claro siempre y cuando jalen el mono y los burros es bueno
aclarar ese detalle.
El mono
Carquín comentó con ironía:
Estoy listo para que me pongas las riendas
bla bla bla…, que sobón eres hermano lobo, lo dices porque igual tienes que
ayudar a jalar la carreta, en algo tienes que ayudar ya es hora que lo hagas.
¡Silencio mono Carquín! - dijo Kumir - ¡una más y aquí te quedas, por
hoy día ya fue suficiente discusión!
Está bien Kumir no voy a hablar, solo ponme las riendas para
ayudar a los burros. No hay problema porque en parte algunas de estas provisiones
son para mí, es justo y necesario que ponga mi fuerza para jalar la carreta,
total en el circo tenía un número donde yo sólo jalaba un vagón de tren.
Claro mono
desconsiderado - dijo el “burro
Antonio”-, que bien por darte cuenta que no es un favor el que nos haces,
debes ayudar a jalar la carreta porque aquí está tu comida del mes, así que es
justo que te pongan las riendas.
Dijo el mono: sí, y también está la comida del lobo Qusñis…y él come más que yo, porque es
un tremendo carnívoro.
El lobo
replicó: demora un poco mono
holgazán, yo no me negué a jalar la carreta, así que deja de hacer mofa
conmigo, no despiertes en mí deseos salvajes soy un lobo domesticado pero mi esencia no ha desaparecido.
Silencio lobo Qusñis, guarda tu esencia para otro momento, los árboles nos han
estado escuchando y ya están aburridos de la tonta discusión entre el mono y tú, entonces si ustedes siguen discutiendo nos cerrarán el camino a
casa y tendríamos que acampar hasta el amanecer en este lugar frío, así que
mejor guardamos silencio. Voy a detener un momento la carreta y luego encenderé
las lámparas, ya no discutan ahorren energías porque cuando lleguemos a la casa, tendrán que ayudarme a guardar las provisiones de alimentos.
Kumir se bajó de la carreta y encendió las cuatro
lámparas. En un momento cogió las riendas y siguió su camino con toda su
familia del bosque seco. La escena
era conmovedora el lobo, el mono y los dos burros estaban completamente mudos, por momentos sólo se
escuchaba un ligero jadeo coordinado y persistente, especialmente cada vez que
pasaban por las pequeñas elevaciones del camino.
Por fin la última loma - dijo el mono - ya estamos a un paso de la casa,
por favor Kumir quítanos las riendas
que nos están aprisionando demasiado.
Espera mono Carquín, primero hay que llegar, luego acomodaré la carreta debajo de la cornisa, allí recien te quitaré las riendas, ten paciencia
– dijo Kumir -.
Hasta que llegaron a la casa, el artesano
con mucho cuidado fue moviendo finamente las riendas de la carreta, para que esta encaje justo en la puerta de entrada.
Por fin, – dijo Kumir -, esperen un momento que entraré
a encender las lámparas de la sala y la cocina, tengan paciencia y no discutan.
Lobo, creo que no podré ayudarles a bajar las
provisiones, estoy muy cansado a punto de exhalar el alma, créeme por favor no
estoy mintiendo me duelen todos mis músculos.
Basta de embustes mono remolón – dijo Qusñis
- , tú no tienes alma y tendrás que ayudarnos si no te quedarás sin comida todo
el mes no tienes otra opción.
Está bien Qusñis, si no me das otra opción lo haré, pero que conste que te
avisé y si paso a mejor vida a mi corta edad ¡espero que se te caigan todos los
dientes!
Sé que no te gusta el trabajo mono Carquín, pero te hará bien… recuerda
aquel precepto bíblico que dice: “el
trabajo dignifica al mono”… por los siglos de los siglos y no sé qué más,
nunca fui bueno en los temas religiosos.
¿De dónde sacaste esa versión? Lobo mentiroso estás equivocado, ese precepto
no es para mí es para los humanos o sea para Kumir el artesano, así que desaparezcamos amigo y que él se encargue de guardar todo.
No Carquín,
el trabajo también es para ti, porque según el científico Charles Darwin el
hombre desciende del mono, así que
indirectamente tú también estás comprometido con el precepto bíblico, así no lo
quieras los humanos son tu familia tienen los mismos genes y son tan monos.
No aburras Qusñis con tus teorías vanas que ya me está dando sueño y si me
duermo peor para ti porque no me podrás despertar así te pongas a aullar en mis
orejas durante toda la noche.
Está bien Carquín, ha sido un día muy pesado vamos a guardar todo y luego
cada uno se irá a descansar.
Sí, tienen que ayudarme – dijo Kumir -, ya he guardado todas las
canastas y ustedes ni cuenta se han dado por estar perdiendo el tiempo en
discusiones y bromas de muy mal gusto. Terminen de llevar los costalillos al
almacén de la cocina yo terminaré de acomodar lo demás.
Y así fue: el lobo y el mono llevaron
todos los costalillos hasta que dejaron vacía la carreta. Había sido una larga
y agotadora jornada era hora de dormir.
Entonces Kumir
les dijo:
Ahora sí que estoy cansado y con mucho sueño,
llevaré a los burros al establo. Y tú
Carquín anda prepara tu hamaca, no
quiero que te caigas cuando duermas porque haces mucho ruido e interrumpes mi
sueño.
Está bien Kumir, lo que tú digas…
El mono
se fue a paso lento por ratos erguido arrastrando su cola por el pasillo. Llegó
hasta su hamaca, la acomodó y dio un salto hasta su lugar de descanso, luego enredó
su cola en una de las sogas para asegurar que esa noche el travieso lobo Qusñis no le diera vueltas como a un
trompo.
Al ver que el mono se fue, entonces el lobo Qusñis se recogió sobre sus pasos, miró
hacia arriba y comprobó que era noche de luna llena, el lobo husmeó el aire y
se dirigió hacia el bosque a dar una vuelta antes de dormir, su instinto lo
impulsaba a explorar alrededor de la casa. De pronto Qusñis se detuvo, levantó el hocico en dirección a la Luna y aulló
una y otra vez sin cesar. Se decía que los lobos
no lloraban, pero esa noche todo el bosque escuchó llorar al lobo… ¿Por qué lloraba el lobo? …
La noche fue avanzando y Qusñis regresó aprisa a la casa, si Kumir no lo encontraba hubiera tenido problemas con él y
quizás Kumir hubiera pensado que el lobo se fue al pueblo a cazar ovejas,
pero eso no era cierto a este lobo
no le gustaban las ovejas. Entonces Qusñis
entró por la ventana trasera, pasó por la cocina, llegó a la sala e inmediatamente
caminó por el pasillo que conduce al cuarto de Kumir. El lobo levantó
la pata y empujó la puerta lentamente, se arrastró despacio y se acomodó al pie
de la cama de su amigo, se enrolló sobre sí mismo y poco a poco se quedó
dormido. Al instante la mano callosa de Kumir
se posó sobre el lomo del lobo y
lo golpeó suavemente.
No te preocupes amigo – dijo Kumir -, descansa, hoy día lloraste
mañana reirás, yo sé que no robaste las ovejas, estoy seguro, se feliz desde
ahora y no te atormentes más.
El lobo suspiró con
tranquilidad y nuevamente se echó a dormir. Por fin el silencio se apoderó de toda
la casa y sus habitantes.
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