Todas las noches Fátima espera
a sus padres para
leer un cuento. Pero justo el último viernes de fin de abril,
sus padres demoran en llegar a casa. Entonces, Fátima decide dar vueltas
por la cocina, el comedor y su cuarto para pasar el tiempo. Espera con paciencia, pero nada, sus padres no llegan. Enciende el televisor
para entretenerse un poco, pero no hay nada interesante. La niña, se da cuenta que tiene que hacer algo diferente para estar despierta. De pronto, se le ocurre jugar con su tren rojo. Aprisa saca de las cajas a todos sus muñecos y los sube al tren rojo; los pasea en fila por encima de su cómoda, por la cama, y hasta los hace entrar en su baúl
mágico. Hace de todo
para no aburrirse, pero finalmente queda rendida por el cansancio. ¿Qué
pasa con mis padres? – Se pregunta - , ¿Quizá están en una reunión de trabajo?…, espero que no demoren más, ya estoy muy cansada y con ganas de dormir.
Fátima, entra a su dormitorio, despacio, a
tientas, con un ojo abierto y el otro cerrado; sube a la cama y se acurruca con su frazada de colores pastel, el de dibujos lindos, donde juegan los animales de la granja.
La noche pasa lenta. La abuela María, entra al
cuarto para vestir con la pijama a la niña. Luego,
coloca a Fátima en el centro de la
cama, y cubre con suavidad su cuerpo. Coge la pequeña mano de la niña y
suspira con ternura. Después
de unos minutos, la abuela se levanta, da la
vuelta y avanza muy despacio
hacia la puerta. Se fue tranquila, sin hacer bulla.
Después, la abuela va en busca de José, el hermano menor de Fátima. Entra al dormitorio y le mira con mucha atención, comprueba que todo esta bien, acaricia suavemente la frente del niño y le dice en voz baja: “buenas noches mi angelito”.
Después, la abuela va en busca de José, el hermano menor de Fátima. Entra al dormitorio y le mira con mucha atención, comprueba que todo esta bien, acaricia suavemente la frente del niño y le dice en voz baja: “buenas noches mi angelito”.
La noche no se detiene, la Luna llena se ve nítida, la abuela está rendida por el sueño, se
viste con su ropa de tigresa y se acuesta para descansar plácidamente en el
futón del cuarto de visita, es el final del día para ella.
El ronroneo de un gato despierta a Fátima en el sueño, con sorpresa ve un tren rojo muy parecido al suyo: « ¡Ups!, ¡qué hermoso tren!», es igual a mi juguete, que raro ¿acaso estoy soñando? , está hermoso, me encanta. De pronto, una abuela de cara conocida invita a todos los juguetes a subir al tren rojo: ¡Vamos de paseo por sólo una moneda!, ¡vamos al valle!
A
Fátima le parece todo muy extraño y además ella sabe que no debe obedecer a personas desconocidas, por eso se
acerca con mucho cuidado, solo un poco, para asegurar que no corre peligro. Pero se da cuenta que el piloto
del tren… ¡era su papá! Y le dice: Hola padre, el tren está lindo, es igual al que yo tengo en mi baúl mágico. Sí, éste es el tren, es
tuyo y yo lo manejo, ¡Ven vamos a pasear!,
pero antes dime: ¿dónde está mi mamá? Ah, ella trabaja en el tercer vagón del
tren, pero ahora está muy ocupada, así que es difícil que la puedas ver en este
momento.
A estas alturas del diálogo Fátima ya está
convencida de que el paseo es un sueño, porque sus padres no trabajan en un tren. En consecuencia, la niña piensa que en esa circunstancia si puede pasar que sus
juguetes hablen y se muevan por sí solos, por eso mira a todos y les dice: ¡Suban todos mis juguetes, vamos de paseo con
el tren rojo al valle de las ilusiones! Detrás de
ella van muy contentos sus muñecos súper héroes, sus animales y hasta las hortalizas y las latas de la cocina de juguete.

El
tren rojo avanza por las avenidas más hermosas de la Ciudad de los Juguetes, justo en el centro del valle de las ilusiones. Todos los pasajeros reciben los saludos de los vecinos que están en los
balcones de las casas. A la salida de la ciudad de los juguetes los muñecos sienten el aire puro
en sus rostros, los animales ven árboles y pastos de verdad, las hortalizas se pueden ver reflejadas en el agua clara de un lago. Por primera vez los juguetes ven un arco iris de colores y un campo natural. Todos vibran de alegría, están fuera de una caja, más allá de un closet o de un dormitorio sin luz y casi frío. Los juguetes comentan entre ellos: «Que belleza la de éstos árboles con sus
hojas de colores, el pasto fresco y el agua pura que discurre por el llano… ¡Oh,
es fantástica, esta belleza es un sueño…!».
Fátima le pide a su papá que detenga el tren, para bajar y poder caminar por el campo: ¿podemos bajar un momento? ¡Queremos caminar! El papá responde: «Claro que sí, ¡bajemos todos a caminar!, además ya es hora de almorzar».
Fátima le pide a su papá que detenga el tren, para bajar y poder caminar por el campo: ¿podemos bajar un momento? ¡Queremos caminar! El papá responde: «Claro que sí, ¡bajemos todos a caminar!, además ya es hora de almorzar».
Eduardo frena poco a poco el tren rojo, hasta que se detiene por completo. Se acerca a la puerta y mueve la manija de la escalera. Los juguetes en forma ordenada bajan del tren: primero desfila la vicuña, le sigue el zorro,
inmediatamente baja el mono, detrás viene el
perro y la vaca, por último baja el oso con el cuy montado en su lomo, todos muy felices caminan por
el llano. « ¡Esto es el paraíso!, ¡por fin estamos libres siquiera por un
momento!». Una hora después, Fátima y sus juguetes comen sentados en el verde pasto. Es la primera vez que los juguetes se “alimentan” de pasto fresco, frutos deliciosos y “beben”
el agua pura del campo. «Esto es un sueño», lo
repiten una y otra vez,... de pronto se escucha una airada protesta: ¡«Garr, gaarr, gaarrr… Guau,
guau, guau»!, no hemos comido nada porque no nos gusta el pasto del campo, además
disculpen por la demora, no llegamos a tiempo debido a que nos perdimos un
momento entre los árboles, es la primera vez que salimos de paseo y no
conocemos bien el lugar. La
vicuña al escuchar las quejas pregunta: ¿Quiénes son los que se quejan? -Pues nada menos que el Oso y el perro,
respondió el cuy -, ellos están hambrientos porque no llegaron a tiempo, por eso solo les queda mirar
cómo comen sus demás amigos. Fátima se da cuenta del problema e invita al perro y al oso a comer unas ricas empanadas de carne.
Los muñecos y las muñecas al ver que Fátima fue amable con el oso y el perro, dijeron: ¿También debemos pedir que nos atiendan?, porque nosotros al igual que el oso y el perro no podemos comer pasto u hojas del campo, pero si nos gustan las empanadas y los pasteles ¡total esto es un lindo sueño!, uno de los muñecos se acerca a Fátima y le pregunta: ¿Nos puedes invitar las ricas empanadas y el dulce pastel de fresas? Sí, también a ustedes les puedo invitar —contestó Fátima— mi papá tiene en el tren una mesa llena de pasteles, tortas y dulces, así que subamos a comer. Todos los juguetes suben al tren rojo, y comen hasta saciar su hambre. Los animales y los muñecos están satisfechos, bailan, ríen y comparten una conversación agradable.
Los muñecos y las muñecas al ver que Fátima fue amable con el oso y el perro, dijeron: ¿También debemos pedir que nos atiendan?, porque nosotros al igual que el oso y el perro no podemos comer pasto u hojas del campo, pero si nos gustan las empanadas y los pasteles ¡total esto es un lindo sueño!, uno de los muñecos se acerca a Fátima y le pregunta: ¿Nos puedes invitar las ricas empanadas y el dulce pastel de fresas? Sí, también a ustedes les puedo invitar —contestó Fátima— mi papá tiene en el tren una mesa llena de pasteles, tortas y dulces, así que subamos a comer. Todos los juguetes suben al tren rojo, y comen hasta saciar su hambre. Los animales y los muñecos están satisfechos, bailan, ríen y comparten una conversación agradable.
Eduardo toca la campana
que marca el final del almuerzo. Los árboles miran con asombro el especial hecho, ven unos
juguetes moviéndose sin ayuda de nadie, paseando por el campo - ¿será acaso que
los árboles también sienten y sueñan? - . ¿Estoy soñando…estoy soñando? dijo sin cesar el árbol más viejo del bosque.
Al
atardecer después del descanso, los juguetes le agradecen a Fátima por pensar en
ellos, porque los lleva a pasear a todos en su tren
rojo. Fátima abraza a cada uno de sus juguetes y les dice: yo también necesito salir porque estoy mucho tiempo encerrada en mi
casa; a veces estoy sola frente al televisor y no tengo con quien conversar, es
que mis padres trabajan mucho. Yo entiendo la situación, pero eso no quita
que a veces me siento como una muñeca guardada en su casita de juguete. Sí Fátima -dijo el cuy- es
que ahora los tiempos son difíciles para todos, pero no olvides que tus padres también
están contigo en el tren rojo y son parte de este lindo sueño, -es cierto, me he divertido mucho con ellos y
con ustedes-. En nuestro
próximo paseo le diré a mamá que nos prepare una sorpresa de chocolate, también
invitaré a mi hermano José y además les
prometo que estarán ustedes. -Si amiga, ojalá que los niños nunca dejen de soñar,
sin sueños la vida es aburrida.


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